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lunes, 15 de junio de 2009

La Campanilla Dorada

Tal i como os prometí, aqui esta la primera parte de mi historia. Os hago un poco la introducción, para que os hagais una idea: Carlos, es un bombero que vive muy feliz con su mujer, Amparo, una profesora de secundaria. La vida les sonríe, todo les va bien e incluso estan pensando en tener descendencia hasta que, de repente, un dia, matan a Amparo y eso provoca que Carlos entre en una espiral autodestructiva de la que no le resultará nada facil salir...

En fín, aqui os dejo la primera parte de la historia. Como os dije la otra vez, espero vuestros comentarios, críticas, etc.

Saludos.


Era una habitación modesta y triste. Había tenido que dejar la casa donde tan feliz había vivido con Amparo, su gran amor. Ella ya no estava. La mala fortuna se la había llevado y, junto a ella, sus ganas de vivir.

El, que había sido bombero, que había sido un hombre vigoroso y fuerte con un corazón enorme dedicado por completo a ayudar a los demás. Siempre había estado lleno de vitalidad y buenos sentimientos. Nunca le habían faltado las ganas de trabajar, y menos aun las ganas de hacer el bién. Bombero era, sin duda, la profesión mas adecuada para el, ya que incluso si tenia que arriesgar su vida, no le importava en absoluto. Y ahora, se encontraba muerto en vida. Completamente abatido. Demacrado a causa de la falta de comer. Consumido por el exceso de alcohol para olvidar.

Un hombre bueno, fuerte y valiente, como era el, Carlos, se había transformado en un mendigo cualquiera. En un hombre triste y desgraciado. Por que unos meses atrás, alguien le había quitado la razón de su existencia.

La razón de su existencia era su mujer, Amparo, su gran amor desde que iban juntos al colegio de pequeños. Desde el primer momento quedó claro que su destino era el de estar juntos siempre. Desde bien pequeña, Amparo havía sido una auténtica preciosidad. Con una cara despierta y una mirada Inteligente y viva. Unos cabellos dorados como el oro y unos dientes blancos como perlas. Abnegada y sacrificada, era el apoyo perfecto para Carlos, que siempre encontraba en ella el consuelo y las fuerzas para seguir adelante.


La suya se podría decir que era una historia de cuento de hadas, y también, una buena vida. Desde hacia ya un tiempo, habían conseguido una buena casa, en una urbanización tranquila, cerca de la ciudad. En los últimos tiempos habían estado pensando incluso en la posibilidad de tener hijos. Al fín y al cabo, era una casa con suficiente espacio, grande y bonita, de dos plantas, con un bonito porche en la parte posterior que daba a un pequeño jardín privado donde seguramente se podrían instalar unos toboganes i otras cosas para divertir a los niños. Y después de todo, a los dos les sobraba buena cantidad de amor para repartir, así que... ¿que mejor que entregarselo a los hijos?

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