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jueves, 25 de junio de 2009

La Campanilla Dorada IV

El funeral fue multitudinario. Carlos y Amparo eran una pareja joven, muy querida en la urbanización, y todo el mundo quería estar al lado de Carlos, apoyándole, y presentar sus respetos a Amparo por última vez. Durante el funeral, y en los días posteriores, Carlos no parecía si quiera un ser humano. Caminaba continuamente como un alma en pena. No comía, ni bebía, ni dormía. La situación estaba afectandole hasta el punto de que había cambiado radicalmente su forma de ser. Ya no era ese heroe anónimo que todo el mundo conocía i amaba. Como bombero, había perdido absolutamente la ilusión, lo qual, poco a poco, motivó que bajara su rendimiento de manera peligrosa, hata tal punto que perdió su plaza en el cuerpo de bomberos. Incluso el dia en que le iban a decir quien había matado a su mujer, no parecia importarle demasiado. Total, eso no haría que Amparo volviera a su lado…pero de qualquier modo, una parte de el quería saber quien habia sido. Quería tener ese descargo en su alma. Las investigaciones habían ido sorprendentemente bién, y la policía había conseguido capturar a tres sospechosos que seguramente serían los culpables.. Por fín sabría quien le había arrebatado lo que mas amaba en la vida.

En la rueda de reconocimiento, Carlos no tuvo dudas. Aunque los ladrones iban enmascarados, reconoció las voces que tenía gravadas a fuego en su cabeza. Eran ellos. Seguro. Le atravesó un escalofrío por todo el cuerpo al reconocer a uno de ellos. No podía creer que aquel que le había robado en su casa, aquel que había matado a Amparo, era el alumn que havía sacado aquella puntuación tan baja en el examen hacía unas semanas. ¿Cómo podía un chico com el echar por tierra su vida por tan poco? ¿Y por qué le había quitado la vida a su mujer? Eran cosas que el cerebro de Carlos no acertaba a comprender…pero que a estas alturas poco importaban ya.

Pocos días después lo llamaron de los juzgados para presentarse en la sala a la mañana siguiente. Al llegar, lo acompañaron hasta el lugar que le había sido asignado, junto a su abogado. Un amigo de Carlos desde la infancia que lo conocía mejor que nadie. Seguidamente entró el joven que había atracado su casa y matado a su mujer. Carlos estaba pensativo. Ausente. En un momento dado miró a la cara de l’asesino de su mujer y notó como la sangre comenzaba a hervirle por dentro al ver com le aguantaba la mirada, y no sòlo eso, sino que además le miraba con una sonrisa triunfal que hundía aún mas los ànimos del pobre Carlos. De repente, la tristeza se volvió un odio profundo e irracional, que pasó después a la mas pura impotencia, al darse cuenta de que nunca podria vengarse personalmente de ese asesino, que le había robado su vida. El juicio fue bién para el. Los chicos fueron condenados a 10 años de prisión por haber robado en su casa, y el que mató a Amparo fue condenado a otros 20 años mas por el asesinato.

Carlos estaba medio satisfecho de ver que, almenos, pagarían per lo que le habían hecho…pero el ya no era el mismo.


Y fué así como la vida de Carlos entró en una senda autodestructiva que parecía no tener fin.

Después de haber perdido su trabajo como bombero, ya no le quedaba nada. No podia continuar manteniendo aquella gran casa, y, de hecho, tampoco le interesaba permanecer alli sin su mujer. Así que la vendió, y con el dinero que sacó compró un pequeño apartamento en el centro de la ciudad.

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