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miércoles, 1 de julio de 2009

La Campanilla Dorada VI

Carlos se dio la vuelta, medio molesto. Casi se le caen las botellas de la mano. La sangre se le congeló al momento al ver frente a él a una mujer absolutamente idéntica a Amparo, como si fuera una gemela, pero lo suficientemente diferente como para que Carlos supiera que no era ella. La mujer parecía saberlo todo de el y eso le asustó y le irritó al mismo tiempo. La mujer le dijo que no debía de hacer lo que pensaba hacer aquella noche. Que no era su destino. Carlos no le hizo ningún caso. Pagó les botellas, salió de la tienda y se dirigió directamente a su casa sin pararse en ningún sitio.

Su sorpresa fue mayúscula cuando al entrar en su casa, descubrió a la misma mujer que había conocido momentos antes en la licorería, sentada delante de el, en su silla, apoyada en su mesa. La sensación de Carlos era indescriptible. Por un lado le irritaba que esa mujer no le dejara tranquilo; por la otra le preocupaba saber como lo había hecho para llegar a su casa antes que el y entrar dentro sin tener la llave. Y, aún por otra parte más, esta mujer era tan parecida a su añorada Amparo, que el pobre Carlos casi temblaba de la impresión.

-Carlos, no lo hages. No es tu destino. No debes hacerlo..

-Perdona, pero…¿Quien eres tu? ¿De donde has salido? ¿Como sabes quien soy? Y, sobretodo, ¿que te importa lo que yo haga con mi vida?

-Me importa, porque mi misión es evitar que te suicides y que caigas en ese error que sería fatal y tendría consecuencias fatales para otras personas que están inevitablemente ligadas a ti, aunque tu ni tan solo las conoces.

-Mira tía, no me vengas con chorradas. ¿Que eres tu? ¿Una especie de ángel que está tratando de cumplir una misión para conseguir sus alas?- Dijo Carlos, en tono absolutamente irónico, recordando la película “¡Que bello es vivir!”, que Amparo i el solían ver todas las navidades.- Pues si es así me sabe muy mal por tí, pero te aseguro que si depende de mí no lo conseguirás.

Con paso airado y decidido, Carlos fue al mueble del que sacó la pistola. Se apuntó con ella directamente a la cabeza y estaba a punto de disparar cuando la mano de la mujer lo paró con firmeza y le imploró que no lo hiciera.

-¿Pero por qué? ¿¿¿Por qué no debo hacerlo????

Gritó Carlos absolutamente desesperado.

-Por que si tu te suicidas esta noche, una niña inocente morirá.

Esta afirmación tan grave dejó boquiabierto a Carlos, que miró a la mujer estrañado y le pidió que se lo explicara con más calma. Pero la mujer respondió que eso no era posible, que ya había hablado mucho y que ella había hecho todo lo que estaba en su mano. Y dicho esto, desapareció sin más.

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